Trastornos relacionados con trauma y factores de estrés
Trastorno de estrés postraumático (TEPT)
En relación con las experiencias traumáticas existe un procesamiento fragmentado de la información. No se recuerdan sino que se reexperimentan los hechos y vivencias. Se reviven una y otra vez tratando de resolver interrogantes infinitos. La información (emociones, percepciones, conductas) se almacena en la mente de la persona de forma disgregada. No se produce una integración armónica y se entorpece desde ese momento su vivencia de otras experiencias. Es como si la vida de la persona quedara congelada en su mente. En vez de integración, la persona repite indefinidamente lo vivido dentro de un bucle que buscará reiteradamente la resolución de la situación traumática. En esta situación es oportuna la ayuda de un profesional para que la experiencia pueda ser puesta en palabras y vivenciada de forma distinta, traducida para poder salir por fin del bucle de la reexperimentación.
Muchas personas que sobreviven a eventos traumáticos desarrollan TEPT. Personas que han sido testigos o que se enfrentaron a desastres, tanto de origen natural como provocados. Incluyen violación, inundaciones, secuestros y accidentes de avión, así como las amenazas que pueden implicar dichos secuestros. Se puede producir TEPT como consecuencia de una experiencia sexual de abuso, sufran o no lesión.
En los últimos años se está prestando atención a la sintomatología ansiosa permanente derivada de haber estado expuesto a un ambiente de violencia verbal o física en el contexto familiar, desde edad temprana, como forma específica de TEPT.
Algunas personas que se someten a anestesia general experimentan después dolor, ansiedad, indefensión y temor a la muerte; Un porcentaje importante de estas personas pueden desarrollar TEPT.
Después de cierto periodo (los síntomas no suelen desarrollarse de inmediato tras el trauma), la persona vuelve a evocar el evento traumático y trata de evitar pensar en él. También hay síntomas de hiperactivación fisiológica, una exagerada respuesta de sobresalto. Los pacientes con TEPT también expresan sentimientos negativos, como culpa o responsabilidad personal (“Yo debería haberlo evitado, pude hacerlo”).
El TEPT puede diagnosticarse incluso en quienes sólo se enteraron de algún trauma intenso (o su amenaza) que sufrió alguien cercano.
El evento traumático vivido intenso se experimenta de nuevo una y otra vez, imposibilitando de forma mantenida en el tiempo la realización de actividades deseadas y su vida cotidiana.
Una característica importante que es necesario explorar en la fase de diagnóstico y evaluación es si existen síntomas disociativos. Los dos síntomas disociativos más importantes son:
Despersonalización. Sentimientos de pérdida de contacto con la realidad, como si se tratara de un sueño, del paciente respecto de su mente o cuerpo.
Desrealización. Para el paciente, el medio circundante parece distante, distorsionado, se asemeja a un sueño, de nuevo es irreal, en este caso desde el punto de vista de la materialidad que le rodea.
Trastorno de estrés agudo (TEA)
Un malestar cargado de ansiedad se experimenta de nuevo una y otra vez, se inicia inmediatamente después de vivir un evento estresante, su duración en el momento en que acude a terapia es inferior a un mes.
Concurren los mismos elementos que se requieren para el TEPT:
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Exposición a un evento que amenazan la integridad corporal.
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Reexperimentación del evento. Se revive el evento, no se puede ‘sacar’ de la cabeza.
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Evitación de los estímulos asociados al hecho.
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Cambios negativos en el estado de ánimo y el pensamiento
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Incremento del estado de alerta y la reactividad
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Tensión o discapacidad
El Trastorno por Estrés Agudo suele ser el antecedente al TEPT, su tratamiento en este estadio previo es preventivo del TEPT.
Trastorno de adaptación.
Los pacientes con trastorno de adaptación (TA) pueden estar enfrentándose a uno o muchos factores de estrés; el factor que genera estrés puede ser individual o mantenido en el tiempo. Si el factor de estrés persiste, puede volverse crónico. Se trata, en ocasiones, de trauma complejo que es objeto de evaluación específica en la consulta, por las dificultades de adaptación que excede la capacidad de afrontamiento por falta de recursos personales, o edad. Nos referimos a un niño/a que vive con sus padres y es testigo de malos tratos de forma continuada, haya o no maltrato o negligencia.
Después de hacer frente a un factor de estrés, lo normal es que la persona desarrolle síntomas que desaparecen una vez que cede la causa del estrés. En los casos tratados en la consulta, hay una “huella” psicológica dañina que no desaparece. El resultado desemboca en alteraciones que es necesario explorar, evaluar, diagnosticar y tratar: Estado de ánimo depresivo, con ansiedad, con ansiedad mixta y estado de ánimo depresivo, con anomalías de la conducta, o alteración mixta de las emociones y la conducta.
Se incluye aquí por tanto el Trastorno de duelo complejo y persistente. Durante por lo menos un año un paciente experimenta duelo intenso por la muerte de alguien cercano. Pueden presentarse melancolía
y pensamientos invasivos sobre la persona, o rumiación constante respecto de sus circunstancias de muerte. Varios síntomas más expresan la sensación de pérdida de identidad de la persona, e interfiere seriamente en sus actividades cotidianas. La tensión reactiva del paciente impide su vida y su actividad personal.
Trastornos disociativos
Un grupo de procesos mentales normales se separa del resto. Algunos pensamientos, sentimientos o comportamientos del individuo quedan como “fuera de control de la conciencia”. Por ejemplo, una persona sana no puede recordar los eventos que han acontecidos durante las dos semanas previas. Se puede desarrollar disociación sin que suponga patología alguna; puede ser experimentado como algo normal (quizá, por ejemplo, ante una lectura aburrida, sin ser consciente de que alguien esperaba alguna respuesta, puede que una persona se pregunte si soñó despierto acerca de los planes para el fin de semana. El problema, por tanto, es de frecuencia, intensidad o duración de la experiencia, y de si afecta a áreas importantes de su vida.
Amnesia disociativa.
El paciente no puede recordar información importante que suele ser de naturaleza personal. Esta amnesia tiende a relacionarse con el estrés.
Existen dos requisitos principales para diagnosticar la amnesia disociativa: (1) la persona olvidó algo importante, y (2), se han descartado otros trastornos médicos. La característica central es la incapacidad para recordar eventos importantes y provocar dificultades en su vida diaria.
Trastorno de identidad disociativo.
Una o más identidades (le persona lo puede llamar personalidades o formas de ser) toman de manera intermitente el control del comportamiento de la persona. Así lo experimenta en primera persona, o por referencia a lo que le cuenta su entorno personal.
En el trastorno de la identidad disociativo (TID), la persona posee por lo menos dos identidades diferentes. No tienen que compartir el género del paciente, puede ser un hombre y una mujer que recuerda escenas del pasado. Algunas pueden ser simbólicas, como “el trabajador”, otro puede ser el ‘desenfrenao’. Pueden variar en gran medida en edad y estilo: si el paciente es normalmente tímido y tranquilo, una identidad pudiera ser extrovertida, vanidosa y escandalosa. Las identidades pueden ser conscientes en cierto grado de la existencia de las otras, si bien sólo una interactúa a la vez con el entorno. La transición de una a otra suele ser súbita, con frecuencia precipitada por el estrés. Casi todas ellas son conscientes de la pérdida de tiempo que ocurre cuando otra identidad mantiene el control. Sin embargo, algunos pacientes no son conscientes de su estado hasta que una persona cercana les señala los cambios en el carácter.
Trastorno de despersonalización/desrealización.
Existen episodios de descentramiento, como si el individuo estuviera observando su propio comportamiento desde el exterior. Recordemos que esta experiencia debe tener la suficiente entidad o gravedad para que provoque alteraciones importantes en la vida de la persona, en su vida laboral, social, afectiva o familiar.
La despersonalización puede definirse como una sensación de separación de uno mismo. Esta sensación puede experimentarse recordando de los propios procesos mentales o su comportamiento; algunos individuos se sienten como si estuvieran en un sueño.
La experiencia de desrealización incorpora un sentimiento de que el mundo exterior es irreal o extraño. Las personas pueden percibir que la forma o el tamaño de los objetos se modificó, o que otras personas parecen robots o incluso muertas. Sin embargo, la persona siempre retiene la conciencia de que tan sólo se trata de un cambio de la percepción, el mundo en sí mismo sigue realmente igual, no pierde el contacto con la realidad.
En esta situación no existe una pérdida verdadera de la memoria. Recordemos que algunas personas con pánico pueden experimentar despersonalización o desrealización dentro de un ataque de pánico agudo (ver página de Áreas de Intervención: Trastornos del Estado del Ánimo)